martes, 16 de junio de 2009

I parte de "esas vueltas de la vida"


Era jueves por la tarde, y Lucía ya no tenía nada que hacer en ese lugar. Se había pasado gran parte de su vida corriendo, escapando de luchadores imaginarios, inventando felicidad infantil. A sus actuales quince años sabía que nada por lo que había sonreido en su infancia era realidad. Para muchos, prefiero no generalizar, la adolescencia es un paso adelante. Para otros, atrás.

Es increíble como de un repente saber DEMASIADO te puede afectar al corazón, y a la mente.

Esta compañera de historia, era bastante particular. A pesar de que, dependiendo del punto de vista de sus amigos o compañeros hombres, era muy hermosa, nunca nadie se fijo en ella más que como entretención o una amiga de verdad, de esas que son muy escasas hoy en día.

Lucia supo mucho en pocos días, y en pocos años. Las noticias, fueron llegando de a poco, pero demasiado letales para el alma. Cuando cumplió trece años, sus padres la llevaron de vacaciones a Cancún. Perfecta estancia. Cuanto le reconfortaba, saber que conocía lugares hermosos, fantásticos, experiencias para contar luego a sus hijos, y claro a sus amigas. A la muchacha le importaba bastante su imagen física y psicológica, siempre fue tan vanidosa, que quizá por esas vueltas de la vida, vino todo lo que debía traer el río del dolor.

El avión se demoró bastante, Lucía esperaba impacientemente sentada en la butaca para ejecutivos, primera clase, lo único que deseaba en ese momento era una playa, sol y aguas cristalinas. Nunca pensó que su personalidad daría un vuelco impresionante en tan sólo unas horas. Llegaron en la mañana de un viernes, e inmediatamente, disfrutó de las ventajas de hija única , traspasando los parámetros de convicción. Basto sólo una sonrisa para que sus padres accedieran a la entrada inmediata en la playa. Su madre la ayudó con sus bolsos y trajes de baño, mientras que su padre miraba desde el umbral de la puerta del baño de la habitación "amo mi familia sobre todo, no sabría que haría sin estos dos hermosos tesoros que me regaló la vida". Tomaron un taxi y se adentraron en las hermosas playas de Cancún.

Juegos, risas, alegría. Siempre había sido así entre los tres. No faltaba nada, nunca fueron carentes de ni una emoción ni objeto material. Lo tenían prácticamente todo. Lamentablemente nada es eterno en la vida.


- Mamá, sólo un momento por favor

- Lucía, sale del agua. Te van a venir calambres hijas, no podremos volver mañana si sigues así.

- Por favor mamá, tú sabes que en nuestra ciudad no existen aguas tan tibias


Propinó una sonrisa algo cínica. Su madre algo enojada se adentró en el mar, pero su hija nadó astutamente hacia el fondo. La joven mujer trató de seguirla, pero algo pasó en su corazón. Sintió que ya no quedaba un gota de energía en su cuerpo, que todo se volvía negro y oscuro, todo se paralizaba. La niña, pensando sólo en un juego como lo hacía desde pequeña, echó un vistazo por encima del hombro, cuando se dio cuenta de dos hechos importantes que marcarían toda su vida. Una visión borrosa, por las lágrimas, de su madre que flotaba sobre la maldita agua que ella tanto había deseado, esas aguas cristalinas, ahora cubiertas de sangre de la persona más importante de su vida, y su padre, pálido como la blanca arena de la playa, corriendo y pidiendo ayuda como un loco.


Mientras caminaba por el pasto mojado de su antiguo colegio, Lucía, ahora de 15 años, recordaba este acontecimiento y unas lágrimas con sabor a pasado empezaron a dibujar su perfil. Unas imagenes de su primera "relación" empezaron a aflorar en su mente ya cansada.

El no era ninguna maravilla, pero aparentaba un corazón de oro. Luego de la muerte de su madre, Lucía se había vuelto bastante sensible, menos vanidosa y más humilde frente a los ojos de la vida. Ahora sabía que no era justa ni fácil. Olvidó casi todos los juegos infantiles y los remplazó por lágrimas y leves lapsos de depresión, los cuales fueron atendidos inútilmente por psiquiatras. Alfredo era el nombre de su próximo verdugo. Algo cambiante, orgulloso, pero muy acorde con la nueva personalidad de la chica. Tenían muchos gustos en común y disfrutaban de la misma música, comida, etc. Se volvieron como hermanos, y después de un tiempo, algo más. La verdad es que el chico nunca fue cruel ni nada por el estilo, hasta que las voces de otros lados lo empezaron a influenciar. Sus malos tratos psicológicos hacia Lucía, sus insoportables celos, la lejanía que tuvo la muchacha con sus amigos, debido a la manipulación de Alfredo. La dependencia a sus emociones, a sus reacciones. El cambiante humor del muchacho igualmente que los trastornos de ambos, lo transformó todo en un amor enfermo, dependiente y manipulado por él. Cegada durante unos meses, se dio un cuenta un poco tarde. Todo terminó tan mal, tan agresivamente, que las secuelas psíquicas de la muchacha nunca cicatrizaron frente a nada. Desde ese momento las peleas constante con sus padres fueron un calvario, los distintos cambios de humor, el culto a lo oscuro, ya que de esa forma era su vida ahora.

Reflexionando sobre el dolor de crecer, las ansias por llegar a la madurez total, tropezó con un par de zapatillas que conocía perfectamente. No quiso levantar el rostro para que el dueño de las converse no viera su rostro pálido por el asombro, verde de la rabia, morado de verguenza, rojo de timidez. Se había retirado de colegio a fines del año pasado, pero aún le dolían las heridas que le había propinado el ser repugnante que tenía al frente. Giró el rostro a la izquierda y vio un par de botas con tacones que le eran perfectamente desconocidas. Subió el rostro y se encontró con la pesadilla. El pálido rostro de su ex, era perfectamente más hermoso que antes. No supo como había cambiando tan radicalmente, pero lo cierto es que ahora estaba mucho más guapo. Sus opacos ojos verdes habían desaparecido para convertirse en unas relucientes perlas verdosas pardas que combinaban con su pelo negro azabache brillante reluciente por la lluvia de invierno. Sus manos largas y musicales sujetaban una delgada y morena, nuevamente levantó la vista y la observó. Era alta, y muy delgada, detras de su morenez se ocultaban dos pequeños ojos azules y el pelo oscuro, casi tan oscuro como el de Alfredo. A pesar de que su rostro no era una maravilla, sus curvas si lo eran. "claro, siempre criticó que fuera tan desproporcionada y que no le sirviera para su fin machista" pensó para sus adentros, luego le descargó una mirada de dolor y odio.

- Hola, Lucía- Le sonrío cínicamente el muchacho, mientras alzaba levemente las manos enlazadas, como quien alza un trofeo frente a una envidiosa audiencia.

- Hola Alfredo- Respondió secamente la muchacha. Alfredo pasó su mano por la cintura de la chica desconocida mientras miraba con cierto gesto de asombro a Lucía. "también ha cambiado" reflexionó en su fuero interno. Llevaba un abrigo negro y largo con unos jeans rotos en la rodilla. El escote le hizo recordar buenos momentos y sonrió con ganas pero a la vez con disimulo. Llevaba botas bajas, negras y el pelo ondulado castaño oscuro, contrarestando con su blanca piel y sus ojos miel. Estaba más alta y más delgada. Menudo cambio. Él era mucho mejor, se recordó.

- Ella es Marianela, mi novia.

- Hola.

Marianela no respondió al saludo ausente, al parecer ya se le hacia conocido el nombre "Lucía.". Giró el rostro para no tener que mirar el rostro y sólo asintió en señal de cortesía.

- Y... que andas haciendo por estos lados, o se te olvidaron tus amiguitos de reserva para cuando yo no estaba.

Lucía le miro con dolor y furia, teniendo que contener su mano para no propinarle un bofetada.

- No, sólo buscaba el hopital psiquiátrico donde te habían internado, pero veo que nunca falta la enfermera prostituta que se va con el paciente para mejorarlo a domicilio.

Ambos sonrieron desafiándose. Alfredo cayó en la cuenta de donde estaban parados. Recordaba ese rincón donde pasaron tantas mañanas con su ex, sabía que aún la quería, pero el orgullo era más fuerte y tenía un buen partido al lado así que sacudió la cabeza y se aferró más a la cintura de la nueva. Lucía río y movió la cabeza como adivinando lo que él estaba pensado.

- En realidad vine a visitar a Julia y Martina. No me contaron mucho de tí ¿Sabes?. Aunque tampoco me habría interesado

- No seas falsa, niña. Sabes que aún no me olvidas.

Para Mariela la conversación estaba resultando bastante tediosa. Se sentía como un juguete de celos, a Lucía le recordó sus emociones pasadas y en las mismas situaciones. La miró con compasión.

- Siempre con tu orgullo.


CONTINUARÁ....